Noticia extraida de Periodista Digital.
Los rebeldes libios toman Trípoli y buscan a Gadafi para ahorcarlo
Tres de los hijos del tirano han sido detenidos
La suerte está echada. Muamar el Gadafi, su extraño régimen y 42 años de poder absoluto, han llegado a su fin.
Los rebeldes libios, una amalgama de bandas dispares entre las que hay desde ex altos cargos del gobierno anterior a simples facinerosos, ondean sus banderas en la Plaza Verde de la capital.
La captura de tres de los hijos del dictador y la rendición de su temible guardia personal, que ha depuesto las armas, marca un punto de no retorno.
LOS ÚLTIMOS BLINDADOS
El avance de los revoltosos ha sido imparable y siempre bajo el paraguas de los aviones de la OTAN, que han seguido bombardeando, se produjo en menos de 24 horas.
Les falta a los vencedores del momento el trofeo más codiciado: Gadafi. El coronel permanece en paradero desconocido.
Todo indica que se ha atrincherado en el complejo militar, donde está una de sus residencias. Ha sido precisamente de esas instlaciones, de dónde han salido en la mañana de este 22 de agosto de 2011 varios blindados, que han plantado cara a los rebeldes y han frenado en seco su último avance.
Gadafi no cede, pero la caída de sus hijos, sobre todo el carismático y peligroso Saif al Islam (Espada del Islam), que se perfilaba como el sucesor, y de su hermano Saadi, no deja dudas sobre su aislamiento.
Pocos después de hacerse público que Saif y Saadi estban prisioneros, el mayor de los vástagos del dictador, Mohamed, se entregaba a sus perseguidores.
Gadafi está solo y ya no tiene tiempo ni medios para montar una contraofensiva. Sudáfrica ha negado que este negociando con él su asilo.
La mayor parte de los barrios de Tripoli, excepto en el que se encuentra la última residencia del dictador, están en manos de los rebeldes.
Miles de personas festejan en las calles, mientras siguen escuchándose disparos. Un portavoz del régimen libio ha indicado que habían muerto 1.667 personas y que los hospitales se encuentran desbordados
EL AVANCE HACIA LA CAPITAL
Conquistada la estratégica ciudad de Zauiya, 50 kilómetros al oeste de Trípoli y sede de una de las principales refinerías de Libia, decenas de insurrectos han marchado en sus camionetas hacia el bastión de Gadafi, después de comprobar que una gran base de la brigada de élite que dirige Jamis Gadafi había sido abandonada.
El líder libio se ha dirigido dos veces a la nación mediante grabaciones en televisión. Su mensaje: resistirá hasta el final.
"Temo que Trípoli va a arder", ha afirmado Gadafi.
EL PARAGUAS DE LA OTAN
Todos esos avances habrían resultado imposibles sin la participación de la OTAN, cuyos aviones bombardearon ayer un aeropuerto de Trípoli y ayudaron a los rebeldes en su camino hacia la ciudad.
Muchos analistas consideran que el crucial papel que ha jugado la OTAN en las batallas en campo abierto o en zonas despobladas ya no tiene sentido eb Trípoli, donde la interevención d elos aviones sólo aumenta el peligro de causar muertes de civiles inocentes.
Bengasi, capital de los rebeldes en el este de Libia, vive un ambiente de delirio. Decenas de miles de personas han salido a las calles para celebrar las noticias que llegaban desde Trípoli. Cláxones, disparos de armas automáticas y gritos sobre el final de Gadafi han ensordecido el bastión rebelde.
LOS PEORES CRIMENES DE GADAFI
En un primer momento, como detalla Daniel Iriarte en ABC, su indudable carisma y sus iniciativas anticolonialistas llevaron a muchos progres a rendirle pleistesía intelectual como si fuera una especie de «Che Guevara árabe».
El cierre de las bases militares, la nacionalización de los bancos y las empresas importantes, y la generosa distribución de la recién descubierta riqueza petrolífera le granjeó muchas simpatías entre la izquierda.
También, de paso, prohibió el alcohol, y enunció su propia teoría política, una síntesis entre islamismo y socialismo, que plasmaría en 1975 en los tres volúmenes del llamado «Libro Verde».
Pero Gadafi no tardaría en mostrar su lado salvaje: llevado por la lógica panarabista, empezó a financiar generosamente a las facciones palestinas más sanguinarias, como Abu Nidal, así como a otros grupos terroristas y revolucionarios.
Los hombres de Carlos «El Chacal» sabían que siempre podían contar con capital libio para sus proyectos.
Durante las tres décadas siguientes también apoyaría al IRA, a las FARC, e incluso a ETA. «Sin duda recurre a actos terroristas, pero sus reivindicaciones de independencia me parecen claras y precisas», declaró en 1981, creando un incidente diplomático con España.
«El perro loco de Oriente Medio»
Llegó un momento en el que cualquier grupo armado era capaz de exprimir a Gadafi con tal de declararse «antiimperialista». A cambio, Gadafi exigía favores de vez en cuando, como el asesinato de disidentes libios en suelo europeo o norteamericano.
A mediados de los 80, los servicios de inteligencia de medio mundo le consideraban el principal sostén económico del terrorismo mundial. Ronald Reagan le llamaba «El perro loco de Oriente Medio», y bajo su mandato la CIA planeó varios intentos para derrocarle. Finalmente, en 1986, EE.UU. bombardeó Trípoli y Bengasi, matando, entre otros, a su hija adoptiva.
Mientras tanto, dado el fracaso estrepitoso de su panarabismo, Gadafi se volcó en un intervencionismo sostenido en África. En 1973 se anexionó la franja de Auzu, en el norte de Chad, y poco después las tropas libias participaron en la guerra civil de ese país.
Ayudando a sátrapas africanos
Durante los años siguientes, Libia acudió una y otra vez en ayuda de líderes africanos más o menos dudosos, bien con dinero, como en Sierra Leona o Liberia, bien con paracaidistas, como los que intentaron impedir la caída del tirano ugandés Idi Amín Dadá.
Pero el patrocinio del terrorismo terminaría pasando factura. En 1988, un avión de la Pan Am explotó sobre la localidad escocesa de Lockerbie, un atentado del que se acusó a Libia. Un libio llamado Abdelbaset Al Megrahi fue condenado por estos hechos. Por este y otros incidentes, Libia fue sometida al bloqueo internacional, lo que a la larga terminaría perjudicando enormemente la economía libia.
A finales de los 90, un Gadafi muy debilitado inició una estrategia de acercamiento a Occidente, en un intento de sacudirse la etiqueta de paria: renunció a su programa de armas de destrucción masiva, mostró cooperación total contra las redes del terrorismo mundial, y aceptó la responsabilidad por el atentado de Lockerbie, ofreciéndose a pagar indemnizaciones multimillonarias a las víctimas.
Centro de torturas
Poco a poco, la comunidad internacional pasó de considerarle un loco peligroso a un payaso extravagante. Pero esto no significó el fin de sus fechorías: la «Guerra contra el Terrorismo» lanzada por la Administración Bush llevó al régimen libio a convertirse en un centro de tortura de terroristas islamistas, para obtener información sobre Al Qaeda, que después Gadafi pasaba alegremente a los servicios secretos occidentales.
Además, tras la firma del tratado de cooperación con Italia en 2008, Gadafi se convirtió en el gran centinela contra la inmigración de subsaharianos a Europa.
El régimen sabía tratar con mano dura a los inmigrantes torturándolos, asesinándolos, abandonándolos en medio del Sáhara, de modo que el problema se quedaba en la orilla sur del Mediterráneo.
Y no sólo los africanos sufrían la violencia de Gadafi. En 1999, cinco enfermeras búlgaras y un médico palestino fueron encarcelados y condenados a muerte, tras ser acusados de infectar a propósito a más de cuatrocientos niños con el virus del SIDA.
En 2007, tras varios años de cárcel y terribles torturas, todos ellos fueron trasladados a Bulgaria, donde se les conmutó la sentencia.